Como una quimera
congelada por el frio de la ausencia de tiempos inmemoriales, el momento
histórico vigente muestra diagnósticos
desafortunados sobre la realidad presente en la humanidad que nos toca vivir,
esta generación de comienzos del siglo XXI incorporada en un mundo
diversificado en sus manifestaciones
sobre la cosmovisión de la existencia
y Regida de manera feroz por una sociedad de consumo; tiene la
responsabilidad de tomar las decisiones más acordes para afrontar esta época de
transición, entre continuar el deshielo del monstruo mitológico y mantener la armonía planetaria.
En la coyuntura
actual el proceso acelerado de contaminación a escala global parece no tener
marcha atrás, puesto que la idea de progreso está ligada a un modelo económico
que solo piensa en la acumulación de capital y deja de lado quizás la necesidad
a futuro de preservar la supervivencia de los organismos vivos, Aunque parece
catastrofista esta afirmación ahí que analizar procesos como la destrucción de
reservas naturales para la explotación de minerales, además de la contaminación
de los mares gracias a la explotación petrolífera y la alta polución de los
grandes centros poblados del mundo para entender que nos es tan descabellada.
La convergencia
de todos los problemas del mundo que conocemos se resume en la acción del
hombre sobre el medio y su falsa creencia de ser los seres superiores que
habitan la tierra; no creo que ser autómata sea la mejor forma de demostrar
dicha supremacía. La realidad muestra que estamos tomando el camino equivocado
ya que destruimos poco a poco las únicas
condiciones conocidas en el universo para mantener nuestra vida y atendemos a
falsos distractores sobre lo que es verdaderamente importante.
Ante la notable importancia
histórica de las decisiones de los hombres y mujeres de este siglo es
importante decir que el camino de la paz, la armonía, el amor y la solidaridad
siempre será una excelente opción manteniendo la sostenibilidad ambiental y una
geopolítica pluripolar donde conceptos
como la conservación estén en las agendas de las naciones del mundo. Cabe
destacar que si este tren sigue su rumbo con la realidad presente, en nuestra
próxima estación encontraremos esa figura metafórica que representa la
destrucción y la extinción.
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