miércoles, 29 de agosto de 2012

Persiana


Como un naufrago perdido en medio del océano, que mira al firmamento en una noche de siniestra eternidad, Observo el caos de la existencia plasmado en las calles de lugares comunes en una vida alejada de la verdadera felicidad. Donde ciudadanos de un mundo tan cosmopolita que a veces pareciera que ha perdido su  identidad, llena de basura demagógica las almas insalubres de moradores del viento que viene y va.
Por ello no es difícil identificar el cáncer que apremia nuestro ser en la coexistencia de un espectro superficial, ya que las vivencias sociales muestran el camino de una era individualista que confunde ser plural; por la densificación de los cuerpos que habitan un mismo espacio determinado de las urbes del nuevo olimpo metafórico.
 
Donde los dioses poseen códigos y normas distintas de su naturaleza intrínseca que es mortal, soportada por el oro y la plata de las minas oscuras del poder concentrado en románticos predadores que destruyen libertades; de nuevos esclavos postmodernos enraizados en una cultura supuesta libertaria, que los hace enamorar del culto a los paganos actuales vestidos de telas finas y exótico ajuar.
 
De ahí que una sociedad autómata sea posible, suicidando nuestros sueños de arboles verdes en sabanas naturales o antrópicas con niños y niñas cultivando el oficio muy sano de la imaginación no contaminada, desprovista de militancias y enfermedades sociales producto de una generación perdida que mira al mundo como su propiedad; y no a la madre tierra que nos da la vida para alcanzar el amor unido a la fraternidad.

 


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