miércoles, 2 de abril de 2008

en cartagena colombia


unos dias en cartacho mirando desigualdad y riquezas, pero de todas formas la ciudad heroica de colombia.
me la estoy pasando bien donde mi familia aca, este es una saludo para mis migos de la republica de la vitualla.

2 comentarios:

adiela dijo...

MIGUE LO QUE PUEDO DECIR ES QUE ME ENCATÓ TU BLOG,TIENE MUCHAS COSAS INTERESANTES Y MUCHOS PENSAMIENTOS POR EXPRESAR.
SABES, ME ESNCANTA TU FORMA DE SER, SIN PELOS EN LA LENGUA COMO FIEL COSTEÑO.SIGUE ASI QUE VAS A LLEGAR MUY ALTO, NO ES CARRETA SON OPINIONES SINCERAS QUE TENGO HACIA TI. CUIDAT. UN BSOTE CHAOOOOOO
LUZ ADIELA, UNA ADMIRADORA

Victor Alfredo dijo...

Amigos esta denuncia que hace el periodista Daniel Samper, es verdaderamente espeluznante.. No podemos permitir, que ningún colombiano sea discriminado por el color de su piel. Sería el absurdo de los absurdos.

Lean esta denuncia, para que se sorprendan…

QUE SE VAYAN LOS NEGROS

Por Daniel Samper Pizano

(Tomado de El Tiempo, Octubre 15 de 2008)

En diciembre de 2004 dos hermanas de raza negra, Johana y Lena Acosta, quisieron sumarse a la parranda navideña que bullía en algunos sitios nocturnos de Cartagena. Pero no las dejaron. Tanto en La Carbonera como en Kukayito, dos célebres bailaderos, se les negó la entrada por el color de su piel. Las hermanas pusieron una tutela y en noviembre del 2005 la Corte Constitucional ordenó una indemnización por cuenta de las discotecas racistas. “Ningún establecimiento público -dijo la Corte- puede discriminar a una persona por el hecho de ser negra o de pertenecer a una posición económica desfavorable.”

Pero el mandato jurídico, que defiende un derecho humano elemental, tampoco entra en ciertos bares y discotecas. Conocido el fallo, de nuevo les negaron el acceso en los mismos lugares a las hermanas Acosta. Meses más tarde, la revista SoHo propuso a un grupo de estudiantes negros que visitaran algunos bares de la presumida Zona Rosa de la capital. De 13 establecimientos, solo dos -Pravda y Crow- les allanaron el paso. Los demás adujeron cualquier excusa -que los zapatos, que no eran socios, que no había sitio- para darles con la puerta en las narices. Minutos después, unos jóvenes blancos confabulados con la revista entraban sin ningún problema a los mismos locales cerrados para los negros.

La infame historia vuelve a repetirse. En abril de este año, tres discotecas rosas pararon a siete estudiantes negros, pero no tuvieron reparo en permitir el acceso de otros grupos de piel como la que gusta en el barrio. La Corte Suprema de Justicia estudió el caso, reconoció el derecho de los afrocolombianos y dispuso que las discotecas les ofrecieran disculpas. Lo de las disculpas está bien. Pero es moco de pavo ante la gravedad del atentado. No hablamos de minucias sino de valores esenciales. Si una discoteca puede rechazar a unos clientes porque son negros y sale del lío con una frasecita antes de volverlos a rechazar, es indigna de funcionar en una sociedad medianamente civilizada.

Estos establecimientos merecen que los cierre la higiene: la higiene ética, la higiene de la solidaridad. Por lo pronto, invito a los colombianos con un mínimo sentido de la decencia a que se abstengan de acudir a las discotecas cartageneras La Carbonera y Kukayito y las bogotanas Gavanna, Sirocco y Genoveva. Si no son negros, porque debería darles asco. Y si lo son, porque los humillarán como si este país no tuviera con ellos una deuda cultural y económica incancelable.